Este jueves poesía en la Universidad a las 19.30h en la sala de juntas de la Facultad de Filosofía y Letras, con los poetas Reyes Guillen y Fernando Burbano.
POEMAS:
Cansancio
Sentada es como si bebiera largos tragos de playa,
pócimas de tonterías y me cortase las uñas,
sin compañía. Es un cuento más, una residencia
cara. Piso el suelo con bocados de ansiedad
y me lleno de reliquias el cuerpo, salgo
asustando. Repito en larguísimo silencio
abulias y taconeo deslizándome sin prisa
por las avenidas buscando un no sé qué, aquello
que no se nombra porque no se sabe y acapara
gran parte del día ponerme bajo una sombra.
La que sea, a estas alturas elijo la que sea.
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Retrato fingido
Algo de gozo, nunca un latido constante
y la forma de cerrar las ventanas
en un corredor resentido. Parece liviana.
Cuando surge de broches y maquetas es aún
silenciosa, turulata y cambiante
en recorridos viscosos. Parece loable:
sacrifica partículas con un tenaz
balbuceo entre toallas y peines.
Es yerta y fría: poco tocable. Se siente
masticadora enervante y poco lucrativa
si le deja la lluvia panorama distinto.
Descorre camino muy punzón si salida
es tener hipo con asco o si mira,
con un deshilvanado interés, la espalda
de una gruesa mirada comedora
de ornamentados alfajores. Recorre su tez
con los dedos; es larga la costumbre
de poner intervalos. Perdona si sabe.
Dice que nunca se exalta y es brava
la forma de no acentuar en absoluto
las sílabas. Tampoco mora.
Ni habitaría.
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Lo que se sabe
Toda mi vida la pasión soterrada
en el bajo fondo de la placidez.
La idea de la pericia escapa. Un lento
proceso al amanecer. La quinta vez
que reescribo. Te lo dije. No creo.
La fe ha resbalado como la resina joven,
como el trazo de una oruga,
la fe se ha derretido en la baba
de varios caracoles. Toda tu vida
escapa o huye. No negué lo que vi.
No vi nada. Sombra en un pacto
toda mi vida: la ventana, arrullando
el más puro sonido del silencio, un crac
rompe la desidia, un sonido leve de rotura
precipita el único acontecimiento imposible
e indeseable. Soy tu túnica, tu vajilla
y tu despecho. Me voy irritada. Sé que ahora
el velo del día es un espeso manto,
una capa del rey Recaredo. Una enagua.
Emilio Pedro Gómez nació en Astorga (León), si bien ha ejercido durante más de tres décadas como profesor de Secundaria por las tierras de Aragón.
Su tres primeros libros de poemas Heridario (Endymión), Solamor (Endymión) y Álbum de rotos (Huerga y Fierro) alumbran una poesía lúdica y certeramente emocional.
Posteriormente obtuvo el premio “Isabel de Portugal” (Diputación Provincial de Zaragoza) por su poemario La nieve horizontal de los vilanos que se adentra en los parajes desolados de la demencia senil.
Me acuerdos (Huerga y Fierro) recupera setecientos instantes transcurridos en las décadas del 50 y 60, configurando un lírico paisaje de la educación sentimental de una generación.
Con el poemario Sílabas blancas (Libros de Berna), fiel a su expresivo manantial de emociones, retorna al misterio de su madre invadida de olvido.
En “Haikus de la casa” (Eclipsados) deja clavadas domésticas mariposas del instante, leves muestras del aliento secreto de las cosas.
Ha sido incluido, entre otras, en las antologías: “20 poetas aragoneses expuestos”,”Poesía para vencejos”, “Entonces, Ahora”, ”La luz escondida”, “Poesía a la frontera” y “Aldea poética III”.
POEMAS:
Y todo sigue en fuga. No hay paso
que se detenga en el punto de llegada.
Clara Janés
Fundir quietud y paso
sosiego y reverberación.
Dejarse ir
confundidos los puntos cardinales.
Saber no preguntar
por los nombres perplejos del vacío
por el lecho sin cauce del eco que enmudece
o el límite del vaho de ese recuerdo
que reclama porqué
entraña
dónde
un caballo de fuego hacia la nada.
Diluirse
como barca de sal
en el océano
atraído al regazo primordial
al temible deseo de desaparecer.
Aflore el blanco acorde
de unos labios sin fondo
silbe el silencio del silencio
y se llene de viento el corazón.
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Despejad las palabras.
Como un puente
o un río
el idioma es de paso.
Despejad las palabras.
Hasta que clamen todas
con sus patrias en blanco
los huecos de su voz.
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Aunque no me convenga
te he elegido
también en la desgracia.
Cuando el mundo da vueltas contra ti
trincheras de consuelo te levanto
arquitecturas
contra el abatimiento:
gestos para fundir la sombra que te nubla
una palabra a pie de sueño
la lucidez de un vaso de agua
una fresa en el pubis que olvidaste…
Miro desde tus celosías más cegadas
lloro en tus grifos ofuscados
hablo con tu manera de callar.
Más que nunca soy tú
si no eres nadie.
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José María Micó Juan (Barcelona, 1961) es un poeta, filólogo y traductor español, especializado en los clásicos de los Siglos de Oro y el Renacimiento italiano. Es catedrático de Literatura en la Universitat Pompeu Fabra.
Micó ha sido galardonado en 2006 con el Premio Nacional a la mejor traducción por su versión en verso del Orlando furioso de Ludovico Ariosto (1474-1533), que en Italia ha merecido también uno de los Premi Nazionali per la Traduzione 2007.
Sus obras de Poesía:
La espera. Madrid: Hiperión, 1992. Premio Hiperión de poesía.
Recinto amurallado. Barcelona: Ediciones del Autor, 1995.
Letras para cantar. Pamplona: Pamiela, 1997.
Camino de ronda. Barcelona: Tusquets, 1998.
Verdades y milongas. Barcelona: DVD, 2002.
José María Micó [Antología]. Lérida: Universitat de Lleida, 2003.
La sangre de los fósiles. Barcelona: Tusquets, 2005.
POEMAS:
Silbo sin aire
Yo nací sin mujer
el tiempo luego
fue y me la puso al lado
se olvidó de explicarme que las cosas
como vienen se van
que él mismo se las lleva
con invariable indiferencia
con el despego con que nos raciona
el ciclo de la luz
con la apatía con que nos despliega
este mapa de sombras cotidianas
flores de un día iguales a otras flores
y a flores de otros días
que brotan de repente
como una noria quieta
igual que llega un hijo
y otro hijo y un perro
que gimen o que ladran
sin saebrlo y que un día
cuando giman otros niños
y ladren otros perros
volverán a no estar
cuando todos nosotros
quiero decir tú y yo
nacidos de mujer
padres tal vez de alguna mujer nueva
que el tiempo entregará postizamente
a quien no la merezca
gimamos y ladremos
creyendo que hemos sido
bestialmente felices
y que estaremos juntos
también cuando la muerte nos separe.
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Con el vigor reflejo de una fiera,
el cuerpo de esta joven
te hace saber que esperaba otras manos,
que las tuyas no sirven,
que tu lenta caricia ya es obscena
antes de ser caricia,
que tus manos
son de un hombre que acude
con pesadez de mano enflaquecida.
Ahora y aquí,
en la espesa vigilia,
hundido ante el espejo, me contemplas.
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Erguidos en el fondo del paisaje,
los árboles ofrecen
una falsa impresión de permanencia.
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Si el tiempo existe,
no es necesario que la muerte acuda.
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El viernes 23 a las 19.30 vuelve "Este jueves poesía en la Universidad" en la sala de juntas de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza moderado por Jorge Roy y con los poetas Fernando Andú y José Luis Martínez Mallada.
Fernando Andú (Zaragoza, 1965). Fundó y codirigió la colección de plaquettes de poesía Cave Canem, fue crítico literario y teatral en Heraldo de Aragón y ejerce la docencia en la Universidad de la Manouba (Túnez). Ha publicado dos libros de poesía: En otros términos (Lola Editorial, 1992) e Invenciones de las cárceles (PUZ, 2002).
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José Luis Martínez Mallada (Zaragoza 1966). Estudió Diseño Gráfico en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Zaragoza. Como artista plástico ha realizado distintas muestras y exposiciones individuales y colectivas. A finales de 2010 salía a la luz su primer libro de poemas Del Haz Fúgido (PUZ, 2010).
POEMA:
SENDA DEL CHAMÁN
Es la voz de la extensión que habla
A las uñas y al hueso.
Henry Michaux
Ahí, al otro lado, alguien
Sigue un rastro de sangre donde
siquiera hay una ruta. Tú ya
Cruzas justo el mismo umbral
blanquecino que aparecía en tu
último sueño, vagas a ciegas,
apuras el bebedizo y su sino.
Ese halo te sume en el delirio.
Quizás luego has de perder pie,
quizás no vale sino abandonarse
más allá de cualquier voluntad,
a las esferas en ciernes, a ciertos
gestos, parajes y encrucijadas,
al trance y a la gran fosa celeste
que también emana del embrujo.
Y frente al despeñadero,
el tuétano hecho mirador.
Cuando solo, ante el vacío,
debes oírte por tus verdaderos
nombres, merced a quien te
suplanta… como si tu entraña
albergara únicamente dunas, una
suerte de laberinto, qué vía.
Todo el horizonte igual que
escamas, todo cuanto el espanto
vaticina, acaricia acá la yema
de los dedos. En ese ocaso, tal
abra, una pluma de cóndor bate,
sacude el aire glacial de hace eras.
Algo, furtivo, surgido de la
luna, mitad hidra, mitad jaguar,
se convierte a su vez en canoa
y cauce, en hormiguero, lasca,
liana, mientras tú avivas en mi
cadáver naciente un alfabeto de
lumbre. La llama que es tarántula.
Tantos ecos como eriales.
Tantos velos como hendiduras.
Acaso otras constelaciones y
universos, colgando de un hilo
gris, se suceden a vista de pájaro
y de repente caen por sí solos
al fondo, a la sima concéntrica
dentro del embudo de arena.
Como el atisbo el extravío.
Tu ser y las demás figuras despe-
dazados entre cometas, desde
el orbe donde cada pasaje aflora.
Epitafio
No quedan huellas atrás.
Por delante nada más
Que un regreso hacia la
Faz insondable del origen.
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No tenemos más material que poder mostrar de estos poetas...lo siento
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El próximo jueves 16 a las 19.30 h., en la Sala de Juntas de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza, con los poetas Cecilia Quílez y José Verón y Laura Garcés de moderadora se celebrará de nuevo Este jueves poesía en la Universidad.
Cecilia Quílez Lucas. Algeciras (Cádiz). Tiene publicados cuatro libros de poemas: La posada del dragón (Ed. Huerga & Fierro) Un mal ácido (Ed. Torremozas), El cuarto día (Ed. Calambur) y Vísteme de largo (Ed. Calambur). Estos títulos han obtenido críticas en El Cultural, ABC de las Letras, Diarios de Ávila, Navarra, Granada, Cádiz, Málaga y León,
POEMAS:
Lo que hay detrás de una mujer
es otra mujer.
Quitarle la ropa no sirve de mucho.
Probemos el arte de ir paso a paso
—una mujer es un paso y otro por delante—
Parece fácil. Lo complicado
es vestirse. Pensar cómo hacerlo,
por dónde empezar.
Les mostraré diferentes formas
de poner y quitar un traje.
Recuerden: el traje nos cambia por un tiempo
y a veces, para toda la vida.
—Una circunstancia puede ser toda una vida—
Pero en cualquier caso
nos transforma.
Cuidado con lo que nos ponemos
y quitamos.
Tengan presente que los monjes
también se miran en el espejo.
Después lavan la ropa
y oran por los pobres sin vestido.
Sean compasivos.
Lo que hay detrás de mí
es una mujer.
Escribe sobre la inercia de la piel.
Y sí, está desnuda.
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Ser como el vidrio
en los márgenes del agua,
no el rocío al polvo
fugaz del nomeolvides.
Hay partículas suspendidas
en los límites del abandono,
cortes sobre el mármol
en los dedos.
La mutilación de la sangre
como prueba de vida.
He de acudir al comienzo,
a la inutilidad de la mudanza
en las pupilas infantiles.
Jugamos en el dormitorio prohibido.
Una mortaja pagana
resiste un credo agónico.
Recibimos el éxodo
sin dibujos animados. Ponen el duelo
sobre nuestras cabezas pintadas.
También jugamos a acusarnos:
El premio es un silencio.
No hay canción de cuna que me despierte.
Tampoco lloro. No sé llorar aún.
Las penas ancestrales
abrigan huidas clandestinas.
Pies diminutos exploran y esquivan
pájaros brotados de la tierra.
Pájaros que nacen entre mis pies
y desaparecen y vuelven
con los picos dilatados y grotescos.
Ya sólo quedan corazas aladas
en la devastación de la memoria,
muescas en el abecedario del vacío.
Tengo presa la lengua
y un tizne de alquitrán en el rencor.
Aprendo a leer y me callo
la palabra justa.
Lo primero que recuerdo
es haber hablado a una sombra.
Mi sombra.
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No hay certeza. Todo es puro insomnio
en la sinfonía de los desdichados.
Yo soy la que fui convocada en tu duda.
Tú el que llegaba a contraviento
a la tertulia de los coleccionistas de naipes.
Fui la insolente, la que profanó el nombre de la poesía.
Tú sembrabas almas con ojos incrédulos
bajo el olivo donde yace el corazón de un poeta.
Dime qué ocurrió tras el beso de Klimt.
Está escrito en las líneas de tu mano,
en la nota inmóvil de un violonchelo.
Cuéntame, prende la hoguera
que mece el sueño de una niña extraviada.
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Rendiciones
Cuando se quedaba sin argumentos
me decía, quitándose la ropa.
"Está bien. Tú ganas".
Y yo me rendía a sus pies,victorioso.
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